No me gusta la poesía, pero los últimos días no he dejado de pensar en como los seres humanos tenemos la mala costumbre de complicarnos y de torturarnos hasta el extremo por las cosas más simples del mundo. No recuerdo quien fue que me dijo que las cosas no cambian, cambiamos nosotros.
Y últimamente he tenido tiempo para pensar en toda esa suerte de cosas que me la paso evitando a los fines de no cuestionar mi sanidad mental, mi vida y mis pensamientos.
La vida puede ser diferente. Desde pequeñas nos educan para ajustarnos a un patrón de vida que se viene repitiendo desde que nuestras ancestras andaban cubiertas de pieles recorriendo las planicies de Laureasia y Gondwana. Aunque para ser sincera, creo que nuestras poliamorosas antecesoras se lo pasaban mucho mejor que nosotras, no existía la propiedad privada, y se las arreglaban para vivir semi desnudas todo el día. Ahora no andamos cubiertas en pieles, sino en Gucci, Gacci o cualquier réplica china que sirva para alimentar nuestros deseos consumistas. Pero como siempre en estas líneas, he comenzado a desviarme del tema.
Para una mujer, al menos en esta isla, que es todo lo que conozco; no son muchas las opciones, tal como le comentaba a una amiga hace unas noches. Si quieres hacerte de una existencia ''respetable'' a los ojos de una parte (mayoritaria) de la sociedad, bien tienes que estudiar medicina, leyes, enfermería, educación o cualquier otra de esas profesiones eternamente sacrificadas y mal remuneradas que abundan en nuestro país, pero no es solo la carrera, también tienes que encontrar un buen hombre, tan bueno, pero tan bueno, que estés dispuesta a soportarle años de infidelidad, cariños no retribuidos y, como en muchos casos... también soledad, y aislamiento, porque diganme ustedes si no hay peor soledad que la que se vive en compañía. Después del matrimonio y de ser tan buenas pero tan buenas que perdamos nuestra libertad frente al oficial civil entonces vienen los niños, aunque en estos días primero llegan los niños, y después la esclavitud por papeles, pero me imagino que al final todo queda sujeto a que tan rígidos sean tus conceptos morales, o los de tu familia en su defecto. Pero sí... después llegan los niños. Es entonces cuando se supone que tu vida se llene de felicidad, porque ellos serán todo lo que tu no pudiste ser, serán pequeños paquetitos de felicidad donde reflejar tus propias frustraciones, tus miedos, tus inseguridades, los veras crecer y harás todo lo posible porque sean mejores personas cada día...
Ahora bien, es aquí donde me pregunto, era acaso eso lo que deseabamos??? Ya lo sé, me estoy metiendo en temas demasiado profundos si nos ponemos a valorar mi edad y el hecho de que ni estoy casada, ni tengo hijos ni mucho menos he terminado la universidad. Pero al momento puedo hablar de las cosas que he visto, las conversaciones que he escuchado en lugares tan diversos como un saloncito de barrio lleno de mujeres que saben, en una declaración de afirmación tan fuerte como que la tierra es redonda, que su marido nunca les pertenecerá solo a ellas, donde me regalan consejos de como evitar que un hombre me golpee, sobre como criar sola a los hijos y como escoger el ''menos malo'' de todos.
No me limito allí, si nos movemos cuatro o cinco peldaños en los divertidisimos niveles sociales, nos encontraremos con una sabiduría bastante similar, solo que un poco más pulida, mejor hablada y con menos salpicaduras de vivencias mundanas. La madre de otra de mis conocidas, procedente de un acomodado nivel social les decía a sus tres bellas y blancas hijas: ''Para llorar en sillones de pana, mejor llorar en sillones de leather... porque como sea se llora'', es decir, al momento de elegir entre un hombre pobre y uno rico, elige el rico, tendrás más comodidades, porque de cualquier manera con ambos vas a llorar.
Y me parece fustrante, y me desespera, y me hace romperme la cabeza; porque siempre he sido ''una de esas'' que no se conforma con lo que la vida tiene para darle, una de esas que siempre vive añorando más, necesitando más. Porque muy dentro de mi, siempre lo he sabido, que las cosas, la vida puede ser diferente. Pero lo que me pasa a mí es exactamente lo que nos pasa a toda una generación. Tenemos Miedo. Punto. Miedo con mayúscula, tenemos miedo de fracasar, miedo de que se rían de nosotros por desear, por perseguir algo diferente. Albert Einstein decía que las grandes mentes siempre han encontrado oposiciones violentas, y creo que es exactamente ese miedo de hacer las cosas distintas lo que hace que cada universidad, cada salón de clases, sea una masa de homogenizados, entrenados para pensar lo mismo, sentir lo mismo, odiar las mismas cosas y mantener un status quo que nos resulta cómodo a todos. Resulta muy facil hacer la revolución desde las escaleras en un parque. Resulta fácil, resulta cómodo quejarnos del sistema mientras cada día mas nos comprometemos dentro de el, vendiéndole nuestra alma, nuestros ideales, nuestra rebeldía de mentiras, que al final del día también se necesita, junto con un par de falsos revolucionarios que nos hagan creer que en realidad alguien está luchando porque las cosas se hagan diferente. Pero al final del día siempre es lo mismo, el mismo miedo, los mismos deseos, las mismas frustraciones, los mismos matrimonios, los mismos hijos imaginarios y nuestras mismas limitaciones.
Lo cual una vez más me deja pensando si el poder de ejecutar cambios dentro de una colectividad de verdad empieza por nosotros mismos? O por los demás? Por quien? Estoy perdida en un mar de preguntas que nadie me sabe contestar. Pero mientras tanto escribo, convencida que debe de haber vida en alguna parte de este planeta.